Lucía de Santiago

Información

  • Nacimiento: Hacia 1450
  • Fallecimiento: Hacia 1550
  • Orden: Jerónimas
  • Convento: Convento de San Pablo (Toledo)

Fuentes

Sigüenza 1605

Autor: José de Sigüenza

Año: 1605

Título: Tercera Parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo, doctor de la Iglesia, dirigida al Rey, Nuestro Señor, Don Felipe III

Representaciones

Cuando entendía que algunas de las hermanas habían reñido de aquellas riñas que apenas llegan de la lengua a la garganta, y que estaban algún tanto desavenidas, sentíalo en el alma, no tanto por lo que era, cuanto por lo que podía ser. 
Lucía de Santiago
Por esto era amada y querida por todas estas religiosas, y la llamaban las hermanas santa a boca llena, y con sobrada razón, pues, sin esto, se juntaban en ella otras muchas virtudes, que por cada una merecía el renombre. 
Lucía de Santiago
viven estas siervas de Dios tanto por la gran templanza y abstinencia en el comer y beber, por la igualdad del aire en que han vivido siempre desde niñas
Lucía de Santiago

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Espacios

Era muy devota de las ánimas de purgatorio, otra limosna por sí; hacía por ellas muchas oraciones, ayudábales con cuantos sufragios podía, y así ellas como a su bienhechora la visitaban y le comunicaban (permitiéndolo el Señor) sus necesidades y estados para que las acorriese. Oyéronle muchas veces otras religiosas estar de noche en su celda hablando con ellas, respondiendo y preguntando, como si hablara con las vecinas. 
Lucía de Santiago
Acaeció una noche en la ciudad una desgracia en que murieron algunas personas desastradamente; una de aquellas ánimas vino luego a hablarla y le reveló su estado, para que rogase a Dios por ella. Dijo la santa a sus compañeras cómo le había aparecido aquella ánima, y fue evidencia que no lo pudo saber por otro camino, porque el desastre acaeció muy lejos de allí y fue imposible llegar ninguno ni tan presto ni a tal hora al monasterio
Lucía de Santiago
Un miércoles de la Semana Santa vio, alzando el cuerpo de Nuestro Señor en las manos del sacerdote, al mismo en figura de crucifijo: penetrole con tan fuerte sentimiento el alma, que cayó en el suelo y la dejó sin sentido por más de dos horas, y juntamente con el fervor de dentro destilaba por sus ojos grande copia de lágrimas.
Lucía de Santiago

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