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Fue grande el sentimiento no solo de su madre y compañeras, sino de innumerable gente que se había recogido a ver aquel milagro de mujeres, deseosa de participar de alguna partecica de los miembros que ella había corregido al servicio de Dios, de las vestiduras con que se había burlado del mundo.
María de Toledo
Pero su madre, impaciente de la absencia de su hija por el amor que entrañablemente la tenía, acudió al árbitro de la muerte y de la vida, Christo, a quien por intercesión de su clementísima Madre suplicó la volviese la hija que lo era más suya que della misma. Volvíase a la imagen que hoy se venera en la Iglesia destas señoras, decíala: “Perdonad, Señora, al atrevimiento de mis manos por el sentimiento de mi corazón. Madre sois del mejor Hijo, hija era vuestra la que yo parí; o quitáreos el vuestro, o dadme la que, aunque mía, quiero para Vos. Vos no podéis vivir sin el vuestro, yo sin la mía, ¿para qué tengo que vivir? Quitoosle, mientras me la dais”.
María de Toledo
Por este mismo tiempo estaba una sierva de Dios, religiosa de la orden del Cístel, gravemente enferma y, tanto por su religión como por su salud, la llevaron una camisa de la beata abadesa sin decirla cúya era, suplicándola que se la pusiese a petición de cierto enfermo que en nombre de Nuestro Señor se lo pedía. La religiosa Martha (que así se llamaba) en viendo la túnica tuvo aviso del Cielo de la reverencia que era justo tenerla por los sanctos miembros que había ceñido, y dijo que ella no era digna de cubrir los suyos con la que había tocado a la sierva del Señor, que no estaba enferma, sino con el sentimiento verdadero de la Pasión de Christo, y más enferma de amor que afligida de dolor, siendo este el mayor que el encarecimiento humano puede ponderar. Que ella antes pondría por reliquia lo que había llegado a quien ella pensaba encomendarse.
María de Toledo
Admiró mucho la confimación que esta sierva de Dios hizo de la enfermedad y sanctidad de Sor María la Pobre, con cuya túnica la religiosa Martha quedose con entera salud glorificando a Dios que tan poderoso es en sus siervos, y la ciudad admirada de tan maravilloso succeso acudía a Sancta Isabel la Real como al remedio de todas sus enfermedades y trabajos, de que se vían libres fácilmente con la intercesión o reliquias de la beata abadesa.
María de Toledo
Faltaba de las manos alguna carne que muchos religiosos y seglares devotos suyos, visitándola, habían, sin consentimiento del monasterio, quitado por reliquias. Esto mismo se vio en los pies y piernas después, porque teniéndolos hacia la ventanica por donde se reverencia el sancto cuerpo, tuvieron ocasión los devotos de enriquecerse con sus reliquias.
María de Toledo
Fue tanto el concurso de la gente de todos estados que, sin aviso alguno, acudió al monasterio, que no bastaban las monjas de una y otra reja a satisfacer la devoción de los que pedían alguna partecica del hábito y forro de la caja en que estaba el cuerpo, y a tocar los rosarios que los devotos las daban por la veneración que tenían a la sierva de Dios.
María de Toledo
Era devotísima de la beata abadesa, por la fama de su religiosísima vida, y envió a pedir a este convento con grande devoción la medida del cuerpo para gloria de Dios entero, y por alguna partecica de sus tocas. Habiendo alcanzado lo uno y lo otro, ciñó a su hija con la medida, y puso en su cabeza la toca de la sancta, y luego (¡oh, poder immenso de Dios communicado en su virtud a sus hermanos!) quedó libre de aquella pesadumbre perpetua de la cabeza y concibió, durando toda la vida muy sana.
María de Toledo
Divulgose la fama deste milagro tanto que, habiendo sido el primero deste género, hasta hoy dura la devoción de todas las que remedian su esterilidad con la intercesión desta gloriosísima señora, a la cual de la misma manera se encomiendan las que están en los dolores de parto, experimentando su ayuda por medio de sus reliquias, y de una imagen que está en este monasterio hallada por la misma beata abadesa milagrosamente.
María de Toledo
Salió una vez entre otras más tarde de lo que solía del locutorio bajo desta casa la reina y la abadesa. Al tiempo que quiso salir, vio en la pared que cae el patio una como estrella o luz pequeña y resplandeciente. Hizo otro día romper el lugar donde la había visto y halló una imagencica de Nuestra Señora, la cual se lleva en su ayuda maravillosamente, y es tanta la fe que se tiene en ella, que suelen venir por ella de muchas leguas alrededor, y de muy lejos de Toledo, y las que están prevenidas con esta ayuda confían en gran manera en su buen succeso sin temer peligro alguno.
María de Toledo
Vino al convento de Sancta Isabel de Toledo Fray Pedro de Acuña, religioso de San Francisco por confesor de las religiosas, con unas cuartanas pesadísimas, y cuyo mal humor le impedía casi todas las acciones humanas. Diéronle un poquito de la túnica y cilicio de la beata abadesa, y al instante se volvió atrás aquella sucesión igual y alternación, no sin misterio de tiempos señalados, y le faltó la calentura y se halló libre de la pesadumbre y melancolía natural a este achaque.
María de Toledo

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