Inés de Cebreros

Información

  • Nacimiento: 1435
  • Fallecimiento: 1525
  • Orden: Jerónimas
  • Convento: Convento de San Pablo (Toledo)

Fuentes

Villegas 1589

Autor: Alonso de Villegas

Año: 1589

Título: Addicion a la Tercera Parte del Flos sanctorum: en que se ponen vidas de varones illustres, los quales, aunque no estan canonizados, mas piadosamente se cree dellos que gozan de Dios por auer sido sus vidas famosas en virtudes (tercera impresión)

Sigüenza 1605

Autor: José de Sigüenza

Año: 1605

Título: Tercera Parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo, doctor de la Iglesia, dirigida al Rey, Nuestro Señor, Don Felipe III

Representaciones

Era mujer de grande oración y siempre que comulgaba quedaba por diez o doce horas arrobada y fuera de sí, y era de suerte que la herían y punzaban con alfileles, hasta venir vez a quebrarle una muela porfiando por abrirle la boca, y nada bastaba para que volviese en su sentido; mas si la priora se lo mandaba, por santa obediencia luego volvía y, siendo vuelta, decía palabras de mucho aviso y llenas de misterios divinos. […]. Sucedíale estos arrebatamientos al punto que acababa de comulgar de suerte que, para llegar otras monjas a la Sagrada comunión, la habían de quitar de allí en brazos.
Inés de Cebreros
en aquellos tiempos, acostumbraban las religiosas desta casa ceñirse unos orillos de los que se quitan a los paños sin otra curiosidad, porque era tanta la mortificación y menosprecio de sí mismas que no curaban de otros atavíos ni galas mas, porque en las cosas despreciadas y de poco valor puede entrar curiosidad vana, por esto fue castigada [otra monja], debiendo [de] ceñirse su orillo con demasiado estudio y diligencia curiosa
Inés de Cebreros
muchos dudaban si era cosa fingida; y para prueba desto hicieron en ella demasiadas experiencias, lastimándola y maltratándola indiscretamente, estando después de haber comulgado muchas veces sin ningún género de sentido exterior. Ayudábale también su complexión natural, que se entendió era melancólica, y ansí tenía aspereza en la condición, aunque como sierva de Dios la corregía y enfrenaba admirablemente por no ser penosa a las hermanas.
Inés de Cebreros
La santa se condolía y lastimaba mucho desto [los demonios tentando], y las avisaba diciéndolas que se guardasen y apartasen, anduviesen con recato y con modestia, porque andaban entre ellas los enemigos como leones hambrientos, buscando a quien tragar
Inés de Cebreros
Refieren también por cosa muy cierta que, estando un viernes de Cuaresma las religiosas haciendo la disciplina conventual en el coro, vio esta sierva de Dios salir un resplandor clarísimo de la custodia del Santo Sacramento, que cubría a todas las monjas como un pabellón celestial en tanto que duró aquel ejercicio de penitencia. De allí ha quedado en aquel convento por tradición que ninguna sin notable enfermedad ha de faltar de la disciplina de los viernes, aun hasta las monjas muy ancianas, aunque no se disciplinen, y es particular estatuto de aquel convento, por la gran devoción y pía memoria de los azotes que Nuestro Señor sufrió, azotándole su Padre Eterno, por nuestras gravísimas culpas, como lo dice el Profeta Real y otros
Inés de Cebreros
Era la lección que se leía (según la costumbre) muy devota, y la sierva de Dios, dejándose llevar de la dulzura de la contemplación, fue arrebatada en espíritu, quedando tan sin sentido como otras veces y, aunque las que estaban a par della procuraron despertarla y volverla en sí, nunca pudieron. Entendiolo la priora, y pareciéndole que aquella era singularidad, y que no era lugar de aquello, le envió a mandar por obediencia que despertase y volviese en sí, y en intimándole el mandato
Inés de Cebreros

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dijo de una monja del proprio convento que la vido ceñida una culebra en Purgatorio y que le daba esta pena porque fue curiosa en ceñirle. 
Inés de Cebreros
También vido esta sierva de Dios diversas veces al demonio que andaba entre las monjas persuadiéndolas y incitándolas a que murmurasen unas de otras y hiciesen otras cosas mal hechas.
Inés de Cebreros
Sucedió que, estando puesta en oración un día en el coro, vido otra monja, que también era gran sierva de Dios y se llamaba doña Teresa de Guevara, de quien se ha hecho mención, que salían unos rayos de la Custodia donde estaba el Santísimo Sacramento de grande resplandor y daban en el rostro de la sierva de Cristo Inés de Cebreros, y espantándose de ver esto y conociéndola que era mujer tosca y en la condición, trato y palabras áspera y sin policía, como nacida entre labradores, dijo: “¿Cómo, Señor, y en aquel roble?”. Mas fuele luego revelado que era Inés de Cebreros
Inés de Cebreros
De aquí también nacía que vía las ánimas de los difuntos, y le hablaban y revelaban sus necesidades que, aunque ni las estrellas, ni la complexión, ni otra cosa natural puede ser legítima causa desto, son a lo menos alguna disposición, y apartan lo que impide estas abstracciones y reconcentramientos del alma
Inés de Cebreros
Estaba una vez en el coro orando, vio la sierva de Dios doña Teresa de Guevara, de quien ahora acabamos de hablar, que salían unos rayos de gran resplandor de la custodia del Santo Sacramento, y llegaban hasta el rostro de Inés de Cebreros. Espantada doña Teresa desta tan extraña maravilla, tuvo revelación de que aquella era gran sierva de Nuestro Señor, y que la amaba mucho
Inés de Cebreros
En los primeros años de su religión, después de haber comulgado, fue arrebatada en espíritu y pareciole que la llevó al monte Calvario una persona vestida de blanco, y allí vio un crucifijo corriendo sangre de las llagas; y estando ansí se le representaron todos los pecados que había hecho en su vida, más claros que si cada uno le cometiera allí de presente. Cuando volvió deste éxtasis, hizo luego una confesión general para de todo punto quedar limpia de las manchas de la vida pasada.
Inés de Cebreros
Otra vez, en uno destos trances de espíritu, fue llevada al Purgatorio, y conoció entre aquellas almas que purgaban una religiosa de San Pablo, con quien ella había tratado, y padecía una pena extraña, que tenía una serpiente de fuego ceñida por la cintura, y preguntándole esta sierva de Dios por qué padecía esto, respondió que por la vanidad y curiosidad que había tenido en ceñirse pulidamente, por parecer de linda cintura; y si es ansí como lo es, que allá se menudea esto tanto, muchas culebras nos aguardan para roernos las almas .
Inés de Cebreros
Mostrábale también Dios, como antiguamente a muchos de los padres de aquellos yermos antiguos, las astucias de los demonios, y cómo turban el sosiego espiritual de las siervas de Dios, y ansí los vio muchas veces, con ojos corporales, andar discurriendo entre las religiosas del convento, persuadiéndolas y incitándolas a que se ocupasen en niñerías y cosas de poca importancia, reír y decir palabras ociosas, vanas, tener rencillas y pesadumbres.
Inés de Cebreros
Aun hasta unas niñas que se criaban allí, en el monasterio, vio que el demonio les hacía que se persignasen mal y deprisa, porque desde aquella tierna edad cobrasen costumbre de no hacer aquello con consideración.
Inés de Cebreros
Refieren también por cosa muy cierta que, estando un viernes de Cuaresma las religiosas haciendo la disciplina conventual en el coro, vio esta sierva de Dios salir un resplandor clarísimo de la custodia del Santo Sacramento, que cubría a todas las monjas como un pabellón celestial en tanto que duró aquel ejercicio de penitencia
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En los primeros años de su religión, después de haber comulgado, fue arrebatada en espíritu y pareciole que la llevó al monte Calvario una persona vestida de blanco, y allí vio un crucifijo corriendo sangre de las llagas; y estando ansí se le representaron todos los pecados que había hecho en su vida, más claros que si cada uno le cometiera allí de presente.
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